Oscar y Valeria: Mártires de la Humanidad
Miguel Hoffman
Dos salvadoreños, padre e hija, Oscar y Valeria, se murieron cuando intentaban cruzar un río salvaje
separando México y los Estados Unidos. Sus muertes no fueron accidentales. Los mataron. Su asesino
tiene nombre y apellido: Donald Trump.
Trump ha sido arquitecto de una política
migratoria empapada con un racismo
histérico y con un odio ciego. Su racismo es
muy similar a los sentimientos que Adolfo
Hitler logró generar hace menos de un siglo
en Alemania.
Trump ha sido campeón de una política de
tortura psicológica, creando campamentos de
concentración para quienes logran pasar la
frontera. Con familias separadas, con
infantes, niñas y niños tirados a aulas sin
derecho a bañarse, les informan que el agua para tomar viene de los inodoros. Niños “malcriados”
que lloran por su mamá o papá son inyectados para reducir la bulla.
Venga lo que venga, el flujo de migrantes es imparable. Viene de condiciones sociales y más
recientemente de condiciones climáticas. A nivel social, El Salvador no es sencillamente pobre: es un
país empobrecido. Es un país activamente hecho pobre por fuerzas de la globalización que fijan las
reglas del juego. Dentro de ese modelo, la protección y la soberanía son pecados mortales. Centros
comerciales venden bienes de
afuera, mientras productores y
artesanos nacionales no
pueden competir en su propio
mercado. Zonas de libre
comercio explotan una mano
de obra hecha barata por la
misma desesperación de una
pobreza manufacturada.
El
sistema bancario en gran
medida ha sido tragado por
capital financiero global.
Después de todas las
“maravillas” de un sistema
moderno, lo que queda es la
pobreza.
Para colmo, hay otro elemento en este cuento moderno que hay que añadir a la ecuación. La
modernización es un calentador. A nivel mundial, centenares de miles de refugiados cruzan fronteras
porque las lluvias ya no vienen, los ríos están secándose, el calor está volviéndose inaguantable, los
huracanes aplastan pueblos enteros y cultivos de poblaciones vulnerables y hambrientos fracasan año
tras año. La alteración climática viene a raíz de emisiones de centenares de miles de millones de
toneladas de gases de efecto invernadero, producto de la quema de combustibles fósiles.
Dentro de este panorama una mujer alemana, capitana de un barco es arrestada en Italia por salvar la vida de
africanos en peligro de ahogarse en el mar. Personas solidarias en los Estados Unidos son arrestadas
por dejar depósitos de agua en el desierto para salvar vidas de inmigrantes buscando una salida.
Ese flujo de la humanidad va a seguir y va a intensificar en los años y décadas que vienen, especialmente
desde la franja tropical mientras que el planeta se caliente.
Sin embargo, la gran mayor parte de las
emisiones generando el calor no vienen de países sureños. Vienen de los países “avanzados” norteños,
precisamente esos países declarando al mundo que tienen derecho de proteger sus propias fronteras.
Son los países que exigen un fin de todo tipo de protección de las naciones empobrecidas. Pero, ellos
mismos utilizan muros y ametralladoras para “protegerse” del dilema que ellos mismos han creado.
Ya es la hora que los países sureños rompan el molde y crear otro modelo.
El modelo del futuro (si
habrá un futuro) debe ser basado en la minería masiva del carbono que la humanidad ha depositado
en la atmósfera por los últimos 300 años y especialmente los últimos 30 años. En estos últimos 30, la
humanidad ha emitido más gases a la atmósfera que ha hecho en toda su existencia anterior.
Si no hacemos una limpieza de la atmósfera, no hay futuro. Y mientras que la avalancha climática está
ganando fuerza, el mundo político sigue haciendo cálculos políticos, fijando en las próximas
elecciones.
La gran mayoría del mundo político hace caso omiso del desastre en el horizonte. Pero, no
solo está en el horizonte. El cambio climático ya está asestando golpes por todas partes. Pero, son
golpecitos comparados a los que vienen. El golpe nocaut vendrá a un momento oportuno en un
futuro no tan lejano.
No podemos derrotar la locura repitiendo la locura. Un país necesita asumir un papel protagónico,
creando alternativas viables, llenando el vacío creado por la falta de un liderazgo coherente. No
podemos progresar mientras que estamos carbonizando el cielo.
Conceptos y planes alternativos abundan y están circulando por todos lados.
El planeta da vueltas
agitando aguas y soplando vientos. Su movimiento y ritmo natural nos dan fuentes energéticas limpias
y amplias. El Padre Sol nos da energía sobrante. Fuentes energéticas renovables son una parte de la
ecuación de renovación, dejándonos la posibilidad de eliminar combustibles fósiles. Necesitamos más
que energía renovable. Necesitamos materia prima renovable.
Renovables no son opciones de un menú de posibilidades. Son alternativas para reemplazar materiales
tóxicos y agotables que dañan ecosistemas y generan mayor calentamiento.
En ese sentido, el bambú
es más que una materia estética. Todo el mundo ve su belleza, dureza y versatilidad. Sin embargo,
pocos aprecian su lógica. Para casas, muebles, ropa, tela, papel y especies de plástico biodegradable, el
bambú es ejemplar. Podemos crear todo sin matar árboles y sin minar metales. El bambú es
plenamente cosechable. Cada corte solo estimula su recrecimiento y así su capacidad de absorber los
gases ahora condenando futuras generaciones.
Podemos ganar dignidad para un pueblo y pulmones para la tierra por el cultivo y uso de renovables.
Para lograr un país próspero, ambientalmente viable y seguro para personas como Oscar y Valeria, ya
es la hora para planificar, diseñar e implementar un modo de vivir capaz de sanar las heridas y bajar la
fiebre de nuestra Madre Tierra.
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