EL QUEHACER DE LA
PSICOLOGÍA Y EL PSICÓLOGO
Diego Guerra
10 octubre de 2018.
En nuestra realidad plagada de retos, de
dificultades diarias, de una realidad cada vez más complicada en su
cotidianidad, complicada para nuestra gente que se enfrenta en una crisis
diaria por las condiciones adversas planteadas en esta sociedad; esa realidad
tan cruda y difícil, sin ninguna atenuante que valga, con la difícil realidad
real de jugarse la vida a cada momento, con la compleja tarea de si quiera
satisfacer las necesidades básicas para la existencia, con la difícil tarea de
insertarnos en esta sociedad con cada vez menos salud mental; pues ya adaptarse
a una sociedad enferme reflejaría una terrible falta de salud mental.
La familia salvadoreña enfrenta cada vez
peores condiciones, no solo la destrucción como institución básica de la
sociedad, si no al declive progresivo de sus funciones sociales que cada vez más
este sistema neoliberal le exige su abandono y consecuente sumisión por otras
instituciones, el tejido social fundamental se deteriora cada vez más, pues las
prioridades en una sociedad que deshumaniza y se fragmenta cada vez mas no
pueden llevar más que a la destrucción del ser humano, de la familia y de los
recursos naturales.
Y como diría Cohen Degovia “cuando la sociedad se divide en clases;
cuando los grupos se van atomizando en individuos; cuando el individuo es
arbitrariamente fragmentado y obligado a contratar aspectos de su ser y es
detentado; cuando a este individuo fragmentado se le ve como objeto susceptible
del manejo al antojo de los demás y, a su vez, cuando ese individuo ha
aprendido a ver a los demás como objetos que él puede manejar, estamos frente a
un cuadro de una sociedad enferma, un cuadro de patología sociocultural, que
tiene como síntoma generalizado la alienación en las relaciones interpersonales”
El hecho de extrañarnos como seres
humanos, de concebirnos como objetos, donde la vida de una persona no vale
nada, donde los anti- valores hechos valores, donde la explotación del
trabajador es común e interiorizado como normal, donde cada vez tenemos menos
calor humano y empatía, donde la cotidianidad se ha tornado grotesca, en esta
sociedad que necesita una transformación profunda como el mismo beato monseñor
Oscar Arnulfo Romero decía “en esta
sociedad tenemos la tarea de hacer nuestra practica psicológica, trabajar día a
día con nuestra gente que ha sido víctima de esta sociedad, que para nada es
fruto de la casualidad si no fruto de una construcción histórico social- que
cada vez más consiente se vuelve más perversa”.
La psicología y el psicólogo tiene una
tarea titánica, tremendamente difícil, pero a la vez tremendamente
satisfactoria, ser o intentar ser un ente de cambio, ser una persona que
promueva las condiciones individuales para el cambio de la sociedad, tener las
condiciones subjetivas para la búsqueda constante de la emancipación de la
clase oprimida, ser una persona que destruya los esquemas de alienación en la
sociedad, destruir el individualismo y construir procesos colectivos que
permitan humanizar las relaciones humanas.
Pero para dicha tarea se requiere como
diría Ignacio Martín Baro “liberar
la psicología y fundamentalmente cumplir con algunas tareas históricas”; recuperar
la memoria histórica significará descubrir selectivamente, mediante la memoria
colectiva, elementos del pasado que fueron eficaces para defender los intereses
de las clases explotadas y que vuelven otra vez a ser útiles para los objetivos
de lucha y conscientización en segundo lugar; contribuir a desideologizar la
experiencia cotidiana. Sabemos que el conocimiento es una construcción social.
Nuestros países viven sometidos a la mentira de un discurso dominante que
niega, ignora o disfraza aspectos esenciales de la realidad, desideologizar
significa rescatar la experiencia original de los grupos y personas y
devolvérsela como dato objetivo, lo que permitirá formalizar la conciencia de
su propia realidad verificando la validez del conocimiento adquirido, y finalmente,
debemos trabajar por potenciar las virtudes de nuestros pueblos. Por no
referirme más que a mi propio pueblo, el pueblo de El Salvador, la historia
contemporánea ratifica día tras día su insobornable solidaridad en el
sufrimiento, su capacidad de entrega y de sacrificio por el bien colectivo, su
tremenda fe en la capacidad humana de transformar el mundo, su esperanza en un
mañana que violentamente se les sigue negando.
Pues en este contexto del día del
psicólogo más que celebrar nos queda reflexionar, sobre el quehacer de la
psicología y del psicólogo, sobre la práctica cotidiana, sobre el quehacer que
nos compete desde cada una de nuestras realidades, desde nuestro puestos de
trabajo o desde nuestro desempleo y necesidad, desde nuestro compromiso con la
gente, con aquel que solo sufre el embate de nuestra realidad, pues como he
dicho antes ser psicólogo es lo más lindo del mundo pero también es lo más
complejo del mundo, pues demostremos la calidad humana y científica de nuestra
profesión desde nuestro compromiso emancipador, porque ser psicólogo es
entregarse de manera cociente a nuestra gente. Un saludo a todos y todas los
colegas comprometidos.
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