Un 11 de Septiembre para no olvidar
Antonio Hernández MD MSP
Red de Sistemas y Políticas de Salud de ALAMES
Red de Sistemas y Políticas de Salud de ALAMES
Grupo de Trabajo Salud Internacional y Soberanía
Sanitaria de CLACSO
Movimiento por la Salud Dr. Salvador Allende
Mientras
los países del primer mundo siguen recordando aquel fatídico 11 de Septiembre
de 2001, Latinoamérica aún no puede olvidar aquel 11 de Septiembre de 1973 en
el que se bombardeara la Moneda y se le diera golpe de estado al gobierno de
Salvador Allende, presidente electo democráticamente en Chile.
Esta
bofetada que recibiría el pueblo chileno y el sufrimiento que vendría después
con la dictadura militar de Augusto Pinochet en las décadas posteriores, es una
lección que enseña que la historia no puede ni debe olvidarse.
Uno
de los mayores aportes que logró Allende fue el de construir una unidad amplia
entre los sectores populares que lo llevó a triunfar en las urnas y a
desarrollar una forma de gobierno que acompañara las necesidades del pueblo.
Salvador
Allende luchó por devolverle al trabajador, obrero y campesino, la oportunidad
de progresar por ellos mismos, sin explotación, en una sociedad más justa. También
hizo transformaciones en lo social: Aumentó los índices de escolaridad, de
salud y de vivienda cumpliendo íntegramente el programa de gobierno que prometió.
Es
así como esta forma de gobernar le permitió entre 1970 y 1973 nacionalizar el
cobre, el salitre, el carbón, y estatizar la banca. Se profundizó y culminó la
reforma agraria entregando a los campesinos pobres la tierra para que la
trabajaran. Los niños y niñas tuvieron acceso a una mejor alimentación, y los
trabajadores lograron facilidades para continuar sus estudios, así como los
jubilados tuvieron mejores pensiones[1].
El
proyecto político de Allende demuestra que los gobiernos progresistas y de
izquierda deben de caminar de la mano con el pueblo. No gobernar dándoles la
espalda sino en un mismo rumbo compartiendo sus luchas y victorias. Esto
implica también asumir responsablemente cuando se cometan errores y rectificarlos;
combatir la corrupción interna aunque esto signifique un alto costo político;
mantener la crítica y autocrítica sin autodestruirse; promover y practicar
ejercicios democráticos al interior de las estructuras partidarias como una
praxis cotidiana; y salir al encuentro de los movimientos sociales aunque no
estén en la agenda política.
En
la actualidad, en medio de una coyuntura política internacional compleja, los
gobiernos y gobernantes progresistas y de izquierda deben de palpar el pulso de
los sectores. Esta medición debe de ir más allá de los encuentros ciudadanos
formales institucionales, de los sondeos de opinión o de los análisis
tecnocráticos. Hay realidades que no pueden ser postergadas. La Unidad Popular
y Salvador Allende tenían claro la ruta hacia una nueva nación mediante un plan
basado en los intereses de las grandes mayorías.
Finalmente,
Allende enseña con su ejemplo la coherencia de principios que debe de tener un revolucionario
en el gobierno. Él se mantuvo firme a pesar del escenario más adverso. Su muerte exhorta a que todo funcionario de izquierda
al servicio del pueblo tenga la integridad suficiente, la entrega en su trabajo
y el compromiso con los principios y valores revolucionarios.
Entre
tanto el pensamiento de Salvador Allende
sigue vigente: “La historia es nuestra y la hacen los pueblos”. Esta nueva
generación Latinoamericana se encuentra frente a retos, desafíos y amenazas. Los
pueblos deben de luchar por su soberanía frente a los embates de las
transnacionales, los oligopolios financieros y las amenazas injerencistas del
norte; por tanto, la resistencia y la lucha del pueblo debe ser inclaudicable.
“¡Allende
más vivo que nunca!”
[1]
Ahumada, M. Los Logros de la Unidad Popular y del Gobierno de Allende.
Rebelión, Chile; 2006. [Citado 9 Sep. 2017] Disponible en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=37461
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