HURACÁN IRMA: DESASTRES CLIMÁTICOS EN EL
GRAN CARIBE, UNA TRAGEDIA ANUNCIADA Y UN LLAMADO A LA
INVESTIGACIÓN–ACCIÓN-PARTICIPATIVA
Catalina Toro
Pérez
Profesora Asociada,
Departamento de Ciencia Política, Universidad Nacional de Colombia
Co-Coordinadora
del Grupo de Trabajo CLACSO Ecología política
Vicepresidenta
Asociación de Estudios del Caribe. (CSA)
Menos
de ocho meses después de anunciar el retiro de los Estados Unidos del Acuerdo Climático
de Paris, frenar los presupuestos para las Políticas de Protección Ambiental, ordenar
el cierre de las publicaciones científicas del site de la EPA (Agencia de Protección Ambiental),
de echar para atrás las últimas medidas tomadas por el Gobierno Obama en Noviembre
de 2016, (quien a su vez, levantó la moratoria de la explotación petrolera marina,
en 2010, tan solo dos semanas antes del desastre petrolero en el golfo de México)
ampliando las Áreas Protegidas y prohibiendo la expansión de la explotación minera
y petrolera en el mar (especialmente entre las costas de Massachusetts a Virginia
y con el acuerdo con el primer ministro canadiense, de continuar las exploraciones
en el Ártico), el huracán Harvey, uno de los más potentes de los últimos tiempos,
golpea la ciudad de Houston, uno de los centros más importantes de la industria
química y petrolera de los Estados Unidos, dejando miles de personas sin hogar,
generando inundaciones devastadoras y con ellas presentándose nuevas amenazas para
la salud: Aguas contaminadas con elementos tóxicos derivados de complejos químicos
y petroleros además de otros componentes asociados a pesticidas, plomo, arsénicos
derivados de complejos industriales inactivos ponen de presente los límites de la
actual matriz energética y su crecimiento exponencial. Harvey se convierte en una
advertencia sobre los riesgos del Cambio Climático.
Esta
semana llega Irma a las Antillas y después
de golpear fuertemente St. Martin y St.
Barthelemy, se dirige a Puerto Rico, República Dominicana y Haiti. India, Nigeria
y México con menos publicidad han sufrido inmensas pérdidas materiales y humanas
derivadas de grandes inundaciones.
Aun
cuando la voz de la academia a través del ICCP (Panel Intergubernamental Sobre Cambio
Climático) ha fundamentado científicamente la gravedad de este fenómeno en el planeta,
y en la última Cumbre de Paris se propuso por primera vez, una política de protección
de los Océanos, el presidente de los Estados Unidos ha afirmado más de 100 veces
que este es: un “cuento chino”. Son varios los estudios de científicos climáticos
que demuestran como este fenómeno agudiza las tormentas y huracanes en el Golfo
de México y en el Caribe. En primer lugar explican que a medida que se calientan
las aguas (en el atlántico han aumentado entre dos a cuatro grados), las frecuencias
de mayores categorías de huracanes (entre 3 a 5) aumentan. En segundo lugar plantean
que a mayor calentamiento del aire, este contendrá más vapor de agua de tal manera
que las tormentas generan altísimas precipitaciones
de agua intensificando vientos y lluvias. Otra posible explicación, aun no totalmente probada está relacionada con creciente deshielo
en el Ártico asociado debido a los niveles actuales de emisión de gases de efecto
invernadero, generando bloqueos en los sistemas de vientos, produciendo como en
el caso de Harvey e Irma, consecuencias catastróficas: grandes inundaciones, pérdida
de vidas humanas, contaminación de acuíferos y de suelos, además de la pérdida del
hábitat de peces, aves y plantas.
A la
comunidad latinoamericana y del Caribe, le corresponde profundizar los estudios
de las causas económicas, sociales y políticas, relacionadas con modelos de desarrollo
insustentables, patrones y matrices energéticas
y repensar una transición hacia un nuevo paradigma a partir del respeto y re-‐construcción de formas y modos alternativas de vivir en este
planeta. Nuestra instituciones académicas deben aproximar las propuestas desde el
Sur, donde los fenómenos climáticos, generan mayores desastres, con la experiencia
científica de las Universidades, en términos de posibilitar información, experiencia
y apoyo a los impactos cada vez mayores en nuestras vulnerables poblaciones marinas
y costeras.
En
uno de los espacios paralelos a la COP 21, en el contexto del Tribunal Internacional
de defensa de los Derechos de la Naturaleza, surgieron propuestas como la del Anexo
0[1], un anexo, que propone la necesidad
de reconocer el respeto y el compromiso real de los pueblos impactados por las actividades
extractivas, (Gran Minería, Agroindustria, Petróleo y Gas en el mar y en tierra)
ausentes ellos de la arena de la negociación, haciendo referencia a la Convención
de Cambio Climático en Rio 92, que incluye en los anexos 1 y 2 a los países del
Norte (países desarrollados) y las denominadas “economías en transición” (Rusia
y Europa del Este) consideradas necesarias para financiar actividades concretas
de prevención y adaptación al Cambio Climático en los países del Sur. Como se ha
constatado con el aumento desmesurado de la explotación de combustibles fósiles,
el compromiso de desarrollar acciones para reducir la dependencia de los combustibles
fósiles, no se ha cumplido.
Después
de 20 años de negociaciones desde la primera celebrada en Berlín en 1995, no se
ha hecho nada efectivo para detenerlo, y por el contrario se han agudizado las condiciones
que han ocasionado el fenómeno de cambio
climático. Ello se debe a que justamente lo que está en cuestión es la crisis del
modelo de desarrollo capitalista global, basado en la extracción y procesamiento
de combustibles fósiles para producir energía, la utilización masiva de transporte
terrestre privado, aéreo y marítimo, la expansión de la urbanización en las ciudades,
la liberalización de los regímenes comerciales globales, la agricultura industrializada,
y el sobre consumo en el norte global incluyendo algunos lugares en el Sur.
El
Anexo 0 parte de considerar que uno de los principales problemas de ausencia de
resultados derivados de las anteriores negociaciones tiene que ver con el grado
de influencia que tienen las corporaciones de los sectores minero-‐energéticos provenientes de los países del Norte y la ausencia
de voluntad política de sus gobiernos, incluyendo los países del Sur, para abordar
la raíz de los verdaderos problemas asociados a los diversos aspectos de la cadena
energética basada en combustibles fósiles, desde la extracción, el refinamiento
la producción y el consumo.
Somos
las mujeres, los trabajadores, las comunidades indígenas y campesinas quienes directamente
sufrimos las consecuencias sociales y ambientales, de la devastación provocada en
el Sur global incluyendo también algunos lugares en el Norte. Precisamente son las
comunidades locales, las víctimas, de los derrames petroleros, el acaparamiento de tierras, la polución
en tierra, aire y fuentes de agua, los impactos en la salud y el aumento
de la mortalidad en sus territorios, la ausencia de servicios estatales, la criminalización
de la protesta social, en lugares de servicios cada vez más comercializables con
altísimo nivel de violencia interpersonal doméstica y sexual, muchas veces relacionada
con la militarización asociada a los recursos energéticos.
En
lugar de reconocer las voces y prácticas de los pueblos en África, Asia y América
Latina, con propuestas concretas en la construcción de alternativas reales de Justicia
climática y ecológica (reconocimiento de la responsabilidad de las corporaciones
y Estados), justicia energética (dejar los el 80% de los combustibles fósiles bajo
tierra y mar), justicia alimentaria (acceso y control de las comunidades sobre sus
prácticas ancestrales y territorios) y justicia de género, (equidad en los procesos
de participación en la toma de decisiones) frente a la crisis climática[2], surgen de nuevo por parte
de las corporaciones financieras e industriales asociadas a la industria extractiva,
toda una variedad de falsas soluciones “verdes”
con nuevos riesgos tecnológicos, para legitimar sus depredadoras prácticas, las
cuales incluyen los mercados de carbono, la agroindustria, los cuestionados programas
de desarrollo limpio REDD, la geo-‐ingeniería con tecnologías de modificación del clima, proyectos de desarrollo
de energía nuclear, grandes hidroeléctricas, y tecnologías para capturar y almacenar
el carbono ( CCS).
Debemos
tomar en serio la problemática del Cambio Climático y unir esfuerzos y solidaridades,
así como lecciones aprendidas, recogiendo miradas, experiencias y construyendo alternativas
desde la ecología popular. No más falsas
alternativas neo-extractivistas disfrazadas de “capitalismo verde”. Por esta
razón estamos planteando para 2019, en la Asociación de Estudios del Caribe, un
especial énfasis en la Ecología Política del Cambio Climático para lograr consolidar
las bases de una solidaria investigación-‐acción
que permita prever y manejar uno de los más
grandes desafíos de este siglo.
[1]
Iniciativa coordinada por OilWatch. (oilwatch.org) presentada en el Tribunal
Internacional de Derechos de la Naturaleza. Paris 4 y 5 de Diciembre de
2015.
[2] Ver también, “An African Ecofeminist
Perspective on the Paris Climate Negotiations”, (www.womin.org.za)
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